miércoles, 26 de mayo de 2010

Regreso al pasado

Después de contemplar la Atalaya y el Castillo desde la autovía, esa estampa que desde lejos te reclama diciéndote como un voz de dentro "ya estás en el pueblo", me bajo todo cargado con la maleta y la mochila y emprendo el camino para la casa de mi tia Manoli cuando al doblar una esquina, ¡zasca! en toda la boca me topo de bruces con el ama de casa mejor pagada de Cieza, la concejala de agricultura y ganaderia, anteriormente edil de "potroloco", acompañada por Ton-toñeta (que no es un insulto sino que cuando veo a esta mujer tartajeo hasta al escribir) que sigue luciendo el amarillo hasta en el paraguas. Y claro, pienso, "¡joder Keko, empieza esto bien!".

La misma suciedad en las calles, escultura patrocinada por una caja de ahorros que te quedas mirando dando vueltas a la rotonda pensando "keko-ño-esesto"; un parking con un cartel de completo como si estuviera repleto de coches, pero cerrado a cal y canto o a hormigón y cucarachas, seguramente rezumando humedad por algunos poros; palmeras "guasintonas" que no darán sombra en verano encarceladas en "parterres" para que las raices no perforen la cubierta del aparcamiento subterráneo, seguramente pensando (si es que las palmeras piensan, porque los palmeros "rosieros" ya sabemos que de pensar poco) que el "tente de colorines" ya se encargará de dar buena sombra a ancianitos. Y en esa horas, concierto de pitorradas en la Gran Vía porque alguien intenta meter el coche en donde no cabe y ha formado cola, mientras un municipal apura la tinta del "boli" poniéndole una "receta" a un tipo que, con los intermitentes puestos, ha estacionado en una acera seguramente desesperado por buscar aparcamiento. Igual se estaba meando "pata abajo" y le dio asco el hacerlo en el "mierdacan" del Jardín de la Cárcel en el que se huele a basura y a mierda de todo tipo porque los contenedores soterrados están a rebosar y ya no se puede meter más bolsas.

-"¡Nene, hijo, criaturica qué delgado te has quedado!", mi tía Manoli que me saca de la estupefacción porque sin darme cuenta he llegado a la puerta de su casa, "es que no te daban bien de comer por allí arriba que te veo pálido y desmejorao".

- No chacha, es que me he paseado por medio pueblo y ya ves como me he quedado de la impresión.

- Anda hijo, quítate las bambas antes de entrar.

Yo siempre he tenido a mi tía Manoli por una persona limpia donde las haya, pero lo de descalzarse para entrar en su casa era nuevo, hasta que al quitarme la primera contemplé la mierda de perro pegada a la suela de la zapatilla derecha y luego, el chicle pegajoso en la suela de la otra. Vamos, que ya debía tener la cara amarillo limón y estuve a punto de subirme al Paseo, al "potódromo" del hueso de oliva a echar el resto, pero mi tía Manoli ya me salía con una infusión hecha con "manzanilla del campo" que ella afirma que es infinitamente mejor que la de bosita.

Me senté en la entrañable mesa de camilla donde se estudia como en ningún sitio del mundo, y estuve a punto de decir aquello de "qué, ¿cómo van las cosas por el pueblo"?, pero sinceramente no tenía ganas de que me atiborraran de manzanillas y empezaba a oler el guiso que provenía de la cocina; por nada del mundo me lo quería perder, que mi tía Manoli cocina como nadie, como todas nuestras madres, tías, abuelas...

Y así, sentado mirando al infinito, me quedé un rato mientras me preguntaba qué había cambiado en todo este tiempo de ausencias. Nada. Bravo D. Antonio, en las próximas haré campaña para que no le voten y le boten de una puñetera vez de la poltrona, por inepto. A usted y a la "familia Monster" que le acompaña, nuera incluída, a ver si hartos de quitarnos las mierdas de perro de la suela de los zapatos, de dar bocinazos por el caos del tráfico y cansados de hacer cola en la oficina de empleo, abrimos los ojos y despertamos del "sueño dogmático", como Kant y de una vez por todas somos capaces de pensar por nosotros mismos sin que nadie nos guie en la campaña electoral, de nuevo, al despropósito. ¡Joder!, que me dan ganas de denunciarle por delito de lesa humanidad, que casi me cuesta la vida volver al pueblo. ¡Qué mal cuerpo se me ha quedado, D. Antonio, qué mal cuerpo!.

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